FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

LA DIFAMACIÓN.

"No murmuréis unos de otros, hermanos; el que murmura de su hermano
 o juzga a su hermano,murmura de la Ley, juzga a la Ley" (Sant 4, 11).
 "Los chismosos, los calumniadores, aborrecidos de Dios" (Rm 1, 29,30).

Un pecado terrible que ha sido la causa de que muchas almas hayan sido arrojadas al infierno es la DIFAMACIÓN ( ó Detracción) , otro de los pecados de la “famosa” lengua.


UNA VEZ DIJO NUESTRO SEÑOR: "(La Difamación), ¡Oh infame y universal peste que causa la muerte de tantas almas! ¡Detengan esta corriente impetuosa que conduce tantas almas al infierno! ¡En cuán graves males y profundos precipicios caen las personas que no refrenan su imaginación y su lengua (y se ponen a difamar). A muchas, más le valiera no haber nacido.”


Conociendo el pecado de la difamación. 

1) ¿Qué es la Difamación?
2) ¿Cuán grave es este pecado ?
3) ¿Cuándo es pecado mortal y cuándo es venial?
4) ¿Cómo se debe restituir la fama?
5) ¿Es en algún caso lícita la Difamación?
6) ¿Cómo peca el que oye la Difamación?

¿QUÉ ES LA DIFAMACIÓN?


Hay varias maneras de ofender al prójimo con nuestras palabras:

I) si las malas palabras dañan el honor del prójimo, el pecado se llama CONTUMELIA (Cuando uno insulta a otro en su cara); es el tema que vimos hace dos semanas;
II) si las palabras dañan la prosperidad de otro, el pecado se llama MALDICIÓN (cuando alguien con sus palabras le desea un mal a otro; ejemplos: que se muera, que se enferme, que le vaya mal en los negocios, etc.)
III) y si las palabras dañan la fama del prójimo, entonces el pecado se llama DIFAMACIÓN ( ó Detracción)



DEFINICIÓN
Difamación, es la injusta denigración de la fama del prójimo, hecha en ausencia de aquél a quien se difama.


DIVISIÓN: La Difamación se divide principalmente en dos:


a) DIFAMACIÓN SIMPLE  Es cuando se manifiesta, sin justa causa, un pecado o vicio oculto del prójimo;

b) CALUMNIA Es cuando se le imputa falsamente al prójimo algún pecado ó crimen; la calumnia le agrega a la difamación simple el hecho de decir también una mentira, y a veces tan perniciosa, que daña mucho la fama del prójimo.



La Difamación también puede ser directa ó indirecta:

DIFAMACIÓN DIRECTA, cuando claramente se narra el pecado ó vicio de prójimo;
(EJEMPLO: el difamador dice expresamente: “Fíjate que fulanita, el otro día, salió con un hombre casado”;


DIFAMACIÓN INDIRECTA, cuando el pecado ó vicio de prójimo no se manifiesta claramente, sino que sólo se insinúa, lo cual puede hacerse no sólo con palabras, sino también con gestos; EJEMPLO: el difamador dice: “fíjate que la otra noche, fulanita llegó muy tarde a la casa, quién sabe qué habrá estado haciendo”.


También es Difamación indirecta cuando se niegan o disminuyen las buenas cualidades del prójimo. Esta Difamación indirecta, a veces es más maliciosa que la difamación directa, pues hay expresiones que dañan mucho la fama del prójimo:


EJEMPLOS:
- “Y con esto que te digo, no te digo todo, ehh?”
- “¡ay!, si pudiera decirte todo lo que sé”,
- “sí, fulanita es piadosa, pero…”


¿CUÁN GRAVE ES ESTE PECADO DE LA DIFAMACIÓN ? 
                Lo que dicen algunos textos.


La difamación es un pecado contra la justicia, porque el hombre tiene perfecto derecho a su fama.

¿Cómo creéis que podéis hablar bien vosotros, que sois malos? Porque la boca habla de lo que llena el corazón del hombre. Sacamos nuestros actos y palabras de la sobreabundancia de lo que tenemos en nosotros. El hombre bueno saca de su tesoro bueno cosas buenas; el malo, de su tesoro malo, saca las cosas malas. Y habla y actúa según su interior.

En verdad os digo que ociar es pecado, pero mejor es ociar que hacer obras malas. Y os digo también que es mejor callar que hablar ociosamente y con maldad. Aunque vuestro silencio fuera ocio, guardad silencio antes que pecar con la lengua. Os aseguro que de toda palabra dicha vanamente se pedirá a los hombres justificación en el día del Juicio, y que por sus palabras serán justificados los hombres, y también por sus palabras serán condenados. ¡Cuidado, por tanto, vosotros, que tantas decís más que ociosas!, pues que son no sólo ociosas sino activas en el mal y con la finalidad de alejar a los corazones de la Verdad que os habla. (Revelaciones de Jesús a María Valtorta)


Si se compara este pecado con otros, los autores dicen que este pecado de la difamación es menos grave que el homicidio y que el adulterio, pero que es un pecado más grave que el hurto, pues como dice la Sagrada Escritura: “Para el hombre, es mejor el buen nombre que las muchas riquezas” (Prov. 22,1)

Además, este pecado de la difamación daña mucho el bien común de la sociedad, pues el bien común exige que las acciones malas del prójimo no sean reveladas si no hay suficiente motivo; pues si a todos les fuese lícito revelar los pecados ocultos de las personas, de allí surgirían muchos pleitos, envidias, odios, y por lo tanto, la paz y la tranquilidad de las familias y de toda la sociedad se perturbaría.
El camino de la difamación es la crítica y el chismorreo, porque, además de proferir críticas infamantes, con frecuencia son ocasiones de sembrar la discordia que acaba con la buena amistad. «Maldice al chismoso y al de lengua doble, porque ha sido la perdición de muchos que vivían en paz» (Eccl 28,13). 

Muchas veces, comentar rumores infundados no exime de falta de difamación y, frecuentemente, se identifican con ella. Se difama también por los medios de comunicación social. En estos casos aumenta su difusión y, por lo mismo, su gravedad. Esta circunstancia ha de tenerse en cuenta, pues en la práctica y en momentos de disputas públicas, personas e instituciones quedan malparadas en su fama y prestigio. A ello contribuye la pasión y desenfado de la disputa y, más aún, la deformación moral que justifica en las controversias públicas lo que no se considera lícito en la intimidad de una conversación.

La gravedad de la difamación depende de varios factores: de la importancia del defecto o delito revelado, de la autoridad y buena reputación del difamado, del prestigio del difamante, del eco y divulgación del escándalo que puede originarse, y de las consecuencias personales y sociales que se siguen de la relación de esos hechos ocultos y que van en desdoro de la persona o institución difamada. En la práctica se ha de formar adecuadamente la consciencia del que difama. Con frecuencia los libros de moral, aceptando el principio de su gravedad intrínseca, al encontrarse con circunstancias atenuantes, alivian el juicio moral sobre el pecado de d. Pero este pecado tiene siempre una especial gravedad, porque hiere la buena fama de las personas, produce penosas tribulaciones y es siempre la negación de la caridad, ya que «el amor no hace mal al prójimo, pues el amor es la plenitud de la ley» (Rom 13,10) y «en el amor fraterno, sed cariñosos unos con otros honrándoos a porfía también unos con otros» (Rom 12,10).

El pecado de difamación es de la misma especie que el de calumnia. Lo prueba el hecho de que tanto el Derecho Romano, como el Canónico y la Moral no hacen distinción, y tratan conjuntamente los principios morales sobre la difamación y la calumnia. Su diferencia es sólo de mayor o menor gravedad. La calumnia añade a la difamación la mentira, pero ambas son pecados contra la caridad y la justicia.

En la Sagrada Escritura hay muchos pasajes en los que Dios nos habla en contra de este pecado, y dice que los difamadores son odiosos a Dios y a los hombres (Prov. 24,9), y que serán excluidos del Reino de los cielos. Por eso, el gran Sabio, Salomón, nos advierte contra este pecado y exclama: “Mira, no resbales en tu hablar, no vaya a ser que tu caída sea mortal e incurable (Eccl.28,30)”


En los Salmos, el rey David, hablando de los difamadores, exclama lo siguiente: “Su garganta es un sepulcro abierto, con sus lenguas maquinan continuamente engaños; ¡Júzgalos, oh, Dios mío!” (Salm.5,11)

Y San Pablo hace entrar este pecado de la difamación (maledicencia) entre los crímenes más enormes que excluyen del Reino de los cielos: “Ni los fornicarios, ni los adúlteros, ni los maldicientes, poseerán el reino de Dios”. (I. Cor. 6,9-10)

¿Y qué dicen los santo sobre el pecado de la difamación? Pues lo consideran como una abominación y como una obra del demonio. Tan sólo San Bernardo dice que, el Difamador, con la espada de su lengua, mata tres almas de un solo golpe: mata a su misma alma, mata al alma que lo escucha, y mata el alma del pobre difamado.


"La lengua es un órgano pequeño, pero hace cosas grandes. Una religiosa que no es callada, nunca llegará a la santidad, es decir no será santa. No se haga ilusiones; a no ser que el Espíritu de Dios hable por ellas, en tal caso no debe callar. Pero para poder oír la voz de Dios, hay que tener la serenidad en el alma y observar el silencio, no un silencio triste, sino un silencio en el alma, es decir el recogimiento en Dios. 

Se pueden decir muchas cosas sin interrumpir el silencio y, al contrario, se puede hablar poco y romper continuamente el silencio. Oh, que daños irreparables causa no guardar el silencio. Se hace mucho daño al prójimo, pero sobre todo a su propia alma. Según mi opinión y mi experiencia, la regla del silencio debería estar en el primer lugar. 

Vi a muchas almas en los abismos infernales por no haber observado el silencio. Ellas mismas me lo dijeron cuando les pregunté cual había sido la causa de su ruina. Eran almas consagradas. Oh Dios mío, que dolor al pensar que podrían estar no solamente en el paraíso, sino hasta ser santos. 

Oh Jesús, Misericordia, tiemblo al pensar que debo rendir cuenta de la lengua, en la lengua está la vida, pero también la muerte, a veces con la lengua matamos, cometemos un verdadero asesinato ¿y podemos considerar esto como una acosa pequeña? De verdad no entiendo estas conciencias. (Santa Faustina)


¿CUÁNDO ES PECADO MORTAL Y CUÁNDO VENIAL?


Para determinar la gravedad del pecado, habrá que considerar tres aspectos:

a) la gravedad del pecado ó defecto que se está revelando
b) la condición y dignidad de la persona difamada
c) la eficacia de la difamación

a) la gravedad del pecado ó defecto que se está revelando
- si se dice de otro un pecado grave, ordinariamente el pecado será mortal
- si se revela un pecado leve, ordinariamente el pecado será venial
Ejemplos:
- Si se anda diciendo que fulanito es adúltero, homosexual, drogadicto, violador, ladrón ; esto hiere mucho la fama del prójimo y por eso el pecado ordinariamente será mortal
- Si se anda diciendo que fulanita es perezosa, que es mal geniada, que es imprudente, indocta, esto normalmente no hiere mucho la fama del prójimo, por eso el pecado ordinariamente será venial.

b) la condición y dignidad de la persona difamadaSi se está infamando a una persona de cierta dignidad, aún cuando sólo se revele algún pecado en sí mismo leve, puede llegar a ser pecado mortal:
Ejemplo: - decir que un obispo ò un sacerdote es mentiroso, el pecado puede fácilmente ser mortal


Por el contrario, si se infama a una persona de condición y dignidad inferior, aún cuando se diga de ella algún pecado grave, no por eso el pecado será mortal, sino que podría ser venial:
Ejemplo: - si se infama a una criada de servicio diciendo que es una ladrona,
el pecado no necesariamente será mortal

c) la eficacia de la difamación. Es decir, hay que ver que tanto daño se causa a la persona infamada; Y para medir este daño, hay que considerar: quién está difamando, y quiénes están escuchando;
- si la persona que está difamando es una persona de cierta dignidad, prudencia y autoridad, su difamación hace más daño que si lo hiciera una persona de inferiores cualidades; Por eso, la difamación hecha por una persona de gran autoridad, es más grave;
- también, es pecado más grave revelar cosas a personas locuaces y chismosas, que revelarlas a personas prudentes y serias.
- Igualmente, es más grave revelar el pecado a varias ó a muchas personas, que a una sola.


¿CÓMO SE DEBE RESTITUIR LA FAMA?


Hay que distinguir si se trata de calumnia ó de simple difamación. El calumniador debe retractarse de lo dicho, aún con perjuicio de su propia fama, porque la fama del inocente es más valiosa que la fama del culpable.

EL QUE HA COMETIDO SIMPLE DIFAMACIÓN (ha revelado pecados o defectos verdaderos del prójimo), no puede negar lo que dijo, pues mentiría; Pero sí tiene que declarar que cometió un error al decir tal cosa, que no debió haber hablado,etc. Además de hacer esto, el difamador debe aprovechar toda ocasión que tenga para alabar y honrar al difamado (por las virtudes que tenga, por sus buenas obras, etc.)

NOTA: La reparación debe ser proporcionada y suficiente. Así, el que difama en público, está obligado a retractarse en público, para que así las personas que se dieron cuenta de la ofensa, puedan volver a tener la estimación que tenían por la persona antes difamada.



¿ES EN ALGÚN CASO LÍCITA LA DIFAMACIÓN?


LA DIFAMACIÓN QUE ES CALUMNIA, en ningún caso es lícita.


Pero LA SIMPLE DIFAMACIÓN, es decir, el manifestar el pecado oculto del prójimo, aunque éste pierda la fama, es lícito hacerlo cuando haya una justa causa, y así lo exija el bien público ó el privado, porque de esta manera cesa en el pecador el derecho a conservar su fama.


EJEMPLOS DE CAUSAS JUSTAS:
- la utilidad notable del que revela el pecado ( si lo hace para pedir consejo o favor, y no con ánimo de difamar)
- la utilidad del pecador, para que se arrepienta o corrija
- el bien público; cuando se evitan daños que amenazan a la Iglesia, a la Sociedad
- el bien privado de los oyentes o de otras terceras personas (para librarlos de un mal cierto o probable)


En todos estos casos, al manifestar el pecado ajeno, ni se viola la justicia, porque el prójimo no tiene derecho estricto a su fama hasta el punto que los demás callen con grave daño propio; ni se viola la caridad, que no obliga con grave incómodo.


¿CÓMO PECA EL QUE OYE LA DIFAMACIÓN?


- Si el que oye la difamación influyó eficazmente para que el otro difamara, peca contra la justicia y contra la caridad:
Peca contra la justicia, por ser también causa del daño que se infiere al difamado; Y peca contra la caridad, por cooperar al pecado del que difama;
- el que se goza al oír una difamación grave, peca gravemente contra la caridad, por alegrarse del daño ajeno.
- Cuando alguien oye a otro difamar, y no hace nada por impedirlo porque le dio vergüenza, o por negligencia o por temor, el pecado podría llegar a ser venial;
(los padres que oyen difamar a sus hijos, y nos los corrigen, cometen pecado contra la justicia, pues es su deber corregirlos)
- Si impedir la difamación es fácil y eficaz, tendrá que hacerse bajo pena de pecado
- Los que de algún modo manifiestan su disgusto contra la difamación, no cometen pecado.


CONCLUSIÓN


En un día muy próximo, Nuestro Señor se presentará delante de nosotros para examinar la gracia en nuestra alma.


¡Ay de nosotros si no estamos preparados! Pues entonces seríamos arrojados a las tinieblas de fuera, donde será el llanto y rechinar de dientes para toda la eternidad


Y también, ¡ay de nosotros si, aún poseyendo la gracia, la misma estuviera toda manchada! pues de esta manera seríamos arrojados fuera, a las tinieblas del Purgatorio, hasta que el fuego limpiase todas las manchas de nuestra alma;

¡Y QUE FÁCIL ES MANCHAR NUESTRA ALMA CON EL PECADO DE LA DIFAMACIÓN! ¡Ya sea difamando, o también oyendo la difamación!


¡CORREGIR ESTE ABOMINABLE VICIO!,


Practiquemos la caridad;
La caridad es benigna, es suave;
La caridad es bienhechora, no piensa mal;
La caridad aparta los ojos del vicio, para no divisarlo;
La caridad no halla un maligno placer en descubrir las iniquidades.
Muy lejos de mostrarlas, las deplora;
y lejos de burlarse del pecador, lo compadece.


LA CARIDAD, EN VEZ DE DESCUBRIR LOS PECADOS, LOS OCULTA, en cuanto es posible, a todas las miradas, cubriéndolos con su manto.

Adaptaciones: 

Homilía de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, (Principal referencia),
El Evangelio como me ha sido revelado, 
Diario de Santa Faustina. 
...

PURGATORIO: "LÉEME O LAMENTALO" PARTE 4.

CAPITULO 3 


¿Cuánto tiempo las almas permanecen en el Purgatorio?

La extensión en tiempo por la cual las almas permanecen en el Purgatorio depende de:

a) el número de sus faltas;

b) la malicia y la deliberación con que éstas fueron realizadas;

c) la penitencia hecha, o no, la satisfacción hecha, o no, por los pecados cometidos durante la vida;

d) Y también depende de los sufragios ofrecidos por ellos después de sus muertes.

Lo que se puede decir con seguridad es que, el tiempo que las almas pasan en el Purgatorio es, por regla general, mucho más larga que la gente puede imaginar.
Extraeremos algunas citas de libros que hablan de la vida y las revelaciones de los Santos.

San Luis Bertrand: su padre era un ejemplar cristiano, como naturalmente se podía esperar, siendo el padre de tan gran Santo. En un tiempo deseó llegar a ser un Monje Cartujo, hasta que Dios le hizo ver que no era Su voluntad.

Cuando murió, luego de largos años de practicar cada virtud cristiana, su hijo completamente al cuidado de los rigores de la justicia Divina, ofreció algunas Misas y elevó las más fervientes súplicas por el alma del cual el amó tanto.

Una visión de su padre en el Purgatorio lo obligó a multiplicar centenares de veces sus sufragios. Agregó las más severas penas y largos ayunos a sus Misas y oraciones. Aún ocho años completos pasaron antes que obtuviera la liberación de su padre.

San Malaquías tenía una hermana todavía en el Purgatorio, lo cual hizo que redoblara sus esfuerzos, y asimismo, a pesar de las Misas, oraciones y heroicas mortificaciones ofrecidas por el Santo, permaneció varios años retenida!!!

Se cuenta que una santa monja en Pamplona, la cual logró liberar varias Carmelitas del Purgatorio, las cuales permanecieron allí por el término de 30 a 40 años!!!

Monjas Carmelitas en el Purgatorio por 40, 50 o 60 años! Cuál será el destino de aquellos que viven inmersos en las tentaciones del Mundo, y con sus cientos de debilidades?

San Vicente Ferrer, después de la muerte de su hermana, oró con increíble fervor por su alma y ofreció varias Misas por su liberación. Ella apareció al Santo al final de su Purgatorio, y le contó que si no fuera por su poderosa intercesión ante Dios, ella hubiera estado allí interminable tiempo.

En la Orden Dominicana es regla general orar por los Superiores en el aniversario de sus muertes. Algunos de estos han muerto varios siglos atrás! Ellos fueron hombres eminentes por su piedad y sabiduría. Esta regla no sería aprobada por la Iglesia si no fuera necesaria y prudente.

No queremos significar con esto que todas las almas están retenidas por tiempos iguales en los fuegos expiatorios. Algunas han cometido faltas leves y han hecho penitencia en vida. Por lo tanto, su castigo será mucho menos severo.
Todavía, las citas que hemos puesto aquí son muy oportunas. Si esas almas, quienes gozaron del trato, quienes vieron, siguieron, y tuvieron la intercesión de grandes santos, son retenidas largo tiempo en el Purgatorio, qué será de nosotros que no gozamos ninguno de esos privilegios?


¿PORQUE UNA EXPIACION TAN PROLONGADA?

Las razones no son difíciles de entender.

1. La malicia del pecado es muy grande. Lo que a nosotros nos parece una pequeña falta en realidad una seria ofensa contra la infinita bondad de Dios. Es suficiente ver cómo los Santos se condolieron sobre sus faltas.

Somos débiles, es nuestra tendencia. Es verdad, pero entonces Dios nos ofrece generosamente abundantes gracias para fortalecernos; nos da la luz para ver la gravedad de nuestras faltas, y la fuerza necesaria para conquistar la tentación.

Si todavía somos débiles, la falta es toda nuestra. No usamos la luz y la fortaleza que Dios nos ofrece generosamente; no rezamos, no recibimos los Sacramentos como debiéramos.

2. Un eminente teólogo remarca que si las almas son condenadas al Infierno por toda la eternidad por el pecado mortal, no hay que asombrarse que otras almas debieran ser retenidas por largo tiempo en el Purgatorio quienes han cometido deliberadamente incontables pecados veniales, algunos de los cuales son tan graves que al tiempo de cometerlos el pecador escasamente distingue si son mortales o veniales. 

También, ellos pueden haber cometido algunos pecados mortales por los cuales tuvieron poco arrepentimiento e hicieron poca o ninguna penitencia. La culpa ha sido remitida por la absolución, pero la pena debida por los pecados tendrá que ser pagada en el Purgatorio.

Nuestro Señor nos enseña que deberemos rendir cuentas por cada palabra que decimos y que no dejaremos la prisión hasta que no hayamos pagado hasta el último céntimo.(Mt 5:26).

Los Santos cometieron pocos y leves pecados, y todavía ellos sienten mucho y hacen severas penas. Nosotros cometemos muchos y gravísimos pecados, y nos arrepentimos poco y hacemos poca o ninguna penitencia.


PECADOS VENIALES

Sería dificultoso calcular el inmenso número de pecados veniales que un católico comete.

1) Hay un infinito numero de faltas en el amor, egoísmo, pensamientos, palabras, actos de sensualidad, también en cientos de variantes; faltas de caridad en el pensamiento, palabra, obra, y omisión. Holgazanería, vanidad, celos, tibieza y otras innumerables faltas.

2) Hay pecados por omisión que no pagamos. Amamos tan poco a Dios, y Él clama cientos de veces por nuestro amor. Lo tratamos fríamente, indiferentemente y hasta con ingratitud.
Él murió por cada uno de nosotros. 

Le hemos agradecido como se debe? Él permanece día y noche en el Santísimo Sacramento del Altar, esperando por nuestras visitas, ansioso de ayudarnos. Cuan a menudo vamos a Él? Él ansía venir a nosotros en la Santa Comunión, y lo rechazamos. El se ofrece a Si Mismo por nosotros cada mañana en el Altar en la Misa y da océanos de gracias a aquellos que asisten al Santo Sacrificio. 

Aún algunos son tan holgazanes de ir a Su Calvario! Qué abuso de gracias!

3) Nuestros corazones están llenos de amor a sí mismos, duros. Tenemos hogares felices, espléndida comida, vestido, y abundancia de todas las cosas.

Muchos de nuestros projimos viven en el hambre y la miseria, y le damos tan poco, mientras que vivimos en el despilfarro y gastamos en nosotros mismos sin necesidad.

4) La vida nos fue dada para servir a Dios, para salvar nuestras almas. Muchos cristianos, sin embargo, están satisfechos de rezar cinco minutos a la mañana y cinco a la noche!! El resto de las 24 horas están dedicados al trabajo, descanso y placer. Diez minutos a Dios, a nuestras almas inmortales, al gran trabajo de nuestra salvación. Veintitrés horas y cincuenta minutos a esta transitoria vida! Es justo para Dios?

Nuestros trabajos, nuestros descansos y sufrimientos deberían ser hechos para Dios!

Así debería ser, y nuestros méritos serían por supuesto grandes. La verdad es que hoy día pocos piensan en Dios durante el día. El gran objetivo de sus pensamientos son ellos mismos. 

Ellos piensan y trabajan y descansan para satisfacerse a sí mismos. Dios ocupa un pequeñísimo espacio en sus días y sus mentes. Esto es un desaire a Su Amantísimo Corazón, el cual siempre piensa en nosotros.


Y AHORA, LOS PECADOS MORTALES

5) Muchos cristianos cometen, desafortunadamente, pecados mortales durante sus vidas, pero aunque los llevan al Sacramento de la confesión, no hacen satisfacción por ellos, como ya hemos dicho.

San Beda el venerable, opina que aquellos que pasan gran parte de su vida cometiendo graves pecados y confesándolos en su lecho de muerte, pueden llegar a ser retenidos en el Purgatorio hasta el Día Final.

Santa Gertrudis en sus revelaciones dice que aquellos que cometen muchos pecados graves y que no hayan hecho penitencia no gozan de ningún sufragio de la Iglesia ¡por un considerable tiempo!

Todos esos pecados, mortales o veniales, se acumulan por 20,30,40,60 años de nuestras vidas. Todos y cada uno deberán ser expiados para después de la muerte.

Entonces, es de asombrarse que algunas almas tengan que estar en el Purgatorio por tanto tiempo?

MAGISTERIO DE LOS SUMOS PONTÍFICES SOBRE EL CELIBATO (PARTE 7)

6. SS. PABLO VI.

(Tercera de varias entregas del punto 6)

Pablo VI, Papa número 262 de la Iglesia
Católica, entre 1963 y 1978. 


C) Dimensión escatológica

El anhelo del Pueblo de Dios por el reino celestial

33. El reino de Dios, que no es de este mundo (Jn 18,36), está aquí en la tierra presente en misterio y llegará a su perfección con la venida gloriosa del Señor Jesús[16]. De este reino, la Iglesia forma aquí abajo como el germen y el principio; y mientras que va creciendo lenta, pero seguramente, siente el anhelo de aquel reino perfecto y desea, con todas sus fuerzas, unirse a su rey en la gloria[17].

En la historia, el Pueblo de Dios, peregrino, está en camino hacia su verdadera patria (Flp 3,20), donde se manifestará en toda su plenitud la filiación divina de los redimidos (1 Jn 3,2) y donde resplandecerá definitivamente la belleza transfigurada de la Esposa del Cordero divino[18].
El celibato como signo de los bienes celestiales

34. Nuestro Señor y Maestro ha dicho que en la resurrección no se tomará mujer ni marido, sino que serán como ángeles de Dios en el cielo (Mt 22,30). En el mundo de los hombres, ocupados en gran número en los cuidados terrenales y dominados con gran frecuencia por los deseos de la carne (cf. 1 Jn 2,16), el precioso don divino de la perfecta continencia por el reino de los cielos constituye precisamente «un signo particular de los bienes celestiales»[19], anuncia la presencia sobre la tierra de los últimos tiempos de la salvación (cf. 1 Cor 7,29-31) con el advenimiento de un mundo nuevo, y anticipa de alguna manera la consumación del reino, afirmando sus valores supremos, que un día brillarán en todos los hijos de Dios. Por eso, es un testimonio de la necesaria tensión del Pueblo de Dios hacia la meta última de su peregrinación terrenal y un estímulo para todos a alzar la mirada a las cosas que están allá arriba, en donde Cristo está sentado a la diestra del Padre y donde nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, hasta que se manifieste en la gloria (Col 3,1-4).

2. El celibato en la vida de la Iglesia

En la antigüedad

35. El estudio de los documentos históricos sobre el celibato eclesiástico sería demasiado largo, pero muy instructivo. Baste la siguiente indicación: en la antigüedad cristiana, los padres y los escritores eclesiásticos dan testimonio de la difusión, tanto en Oriente como en Occidente, de la práctica libre del celibato en los sagrados ministros[20], por su gran conveniencia con su total dedicación al servicio de Dios y de su Iglesia.

La Iglesia de Occidente

36. La Iglesia de Occidente, desde los principios del siglo Iv, mediante la intervención de varios concilios provinciales y de los sumos pontífices, corroboró, extendió y sancionó esta práctica[21]. Fueron sobre todo los supremos pastores y maestros de la Iglesia de Dios, custodios e intérpretes del patrimonio de la fe y de las santas costumbres cristianas, los que promovieron, defendieron y restauraron el celibato eclesiástico en las sucesivas épocas de la historia, aun cuando se manifestaban oposiciones en el mismo clero y las costumbres de una sociedad en decadencia no favorecían, ciertamente, los heroísmos de la virtud. La obligación del celibato fue además solemnemente sancionada por el sagrado Concilio ecuménico Tridentino[22] e incluida finalmente en el Código de Derecho Canónico (can. 132,1; nuevo can.277).

El magisterio pontificio más reciente

37. Los sumos pontífices más cercanos a nosotros desplegaron su ardentísimo celo y su doctrina para iluminar y estimular al clero a esta observancia[23]; y no queremos dejar de rendir un homenaje especial a la piadosísima memoria de nuestro inmediato predecesor, todavía vivo en el corazón del mundo, el cual, en el Sínodo romano, pronunció, entre la sincera aprobación de nuestro clero de la urbe, las palabras siguientes: «Nos llega al corazón el que... alguno pueda fantasear sobre la voluntad o la conveniencia para la Iglesia católica de renunciar a lo que, durante siglos y siglos, fue y sigue siendo una de las glorias más nobles y más puras de su sacerdocio. La ley del celibato eclesiástico, y el cuidado de mantenerla, queda siempre como una evocación de las batallas de los tiempos heroicos, cuando la Iglesia de Dios tenía que combatir, y salió victoriosa, por el éxito de su trinomio glorioso, que es siempre símbolo de victoria: Iglesia de Cristo libre, casta y católica»[24].

La Iglesia de Oriente

38. Si es diversa la legislación de la Iglesia de Oriente en materia de disciplina del celibato en el clero, como fue finalmente establecida por el Concilio Trullano desde el año 692[25], y como ha sido abiertamente reconocido por el Concilio Vaticano II[26], esto es debido también a una diversa situación histórica de aquella parte nobilísima de la Iglesia, situación a la que el Espíritu Santo ha acomodado su influjo providencial y sobrenaturalmente.

Aprovechamos esta ocasión para expresar nuestra estima y nuestro respeto a todo el clero de las Iglesias orientales y para reconocer en él ejemplos de fidelidad y de celo que lo hacen digno de sincera veneración.

La voz de los Padres orientales

39. Pero nos es también motivo de aliento para perseverar en la observancia de la disciplina, en relación con el celibato del clero, la apología que los Padres orientales nos han dejado sobre la virginidad. Resuena en nuestro corazón, por ejemplo, la voz de San Gregorio Niseno, que nos recuerda que «la vida virginal es la imagen de la felicidad que nos espera en el mundo futuro»[27], y no menos nos conforta el encomio del sacerdocio, que seguimos meditando, de San Juan Crisóstomo, ordenado a ilustrar la necesaria armonía que debe reinar entre la vida privada del ministro del altar y la dignidad de la que está revestido, en orden a sus sagradas funciones: «a quien se acerca al sacerdocio, le conviene ser puro como si estuviera en el cielo»[28].

Significativas indicaciones en la tradición oriental

40. Por lo demás, no es inútil observar que también en el Oriente solamente los sacerdotes célibes son ordenados obispos, y los sacerdotes mismos no pueden contraer matrimonio después de la ordenación sacerdotal; lo que deja entender que también aquellas venerables Iglesias poseen en cierta medida el principio del sacerdocio celibatario y el de una cierta correlación entre el celibato y el sacerdocio cristiano, del cual los obispos poseen el ápice y la plenitud[29].

La fidelidad de la Iglesia de Occidente a su propia tradición

41. En todo caso, la Iglesia de Occidente no puede faltar en su fidelidad a la propia y antigua tradición, no cabe pensar que durante siglos haya seguido un camino que, en vez de favorecer la riqueza espiritual de cada una de las almas y del Pueblo de Dios, la haya en cierto modo comprometido; lo que, con arbitrarias intervenciones jurídicas, haya reprimido la libre expansión de las más profundas realidades de la naturaleza y de la gracia.

Casos especiales

42. En virtud de la norma fundamental del gobierno de la Iglesia católica, a la que arriba hemos aludido (n.15), de la misma manera que, por una parte, queda confirmada la ley que requiere la elección libre y perpetua del celibato en aquellos que son admitidos a las sagradas órdenes, se podrá, por otra, permitir el estudio de las particulares condiciones de los ministros sagrado, casados, pertenecientes a Iglesias o comunidades cristianas todavía separadas de la comunión católica, quienes, deseando dar su adhesión a la plenitud de esta comunión y ejercitar en ella su sagrado ministerio, fuesen admitidos a las funciones sacerdotales, pero en condiciones que no causen perjuicio a la disciplina vigente sobre el sagrado celibato.

Y que la autoridad de la Iglesia no rehúye el ejercicio de esta potestad lo demuestra la posibilidad, propuesta por el reciente concilio ecuménico, de conferir el sacro diaconado incluso a hombres de edad madura que viven en el matrimonio[30].

Confirmación

43. Pero todo esto no significa relajación de la ley vigente y no debe interpretarse como un preludio de su abolición. Y más bien que condescender con esta hipótesis, que debilita en las almas el vigor y el amor que hace seguro y feliz el celibato y oscurece la verdadera doctrina que justifica su existencia y glorifica su esplendor, promuévase el estudio en defensa del concepto espiritual y del valor moral de la virginidad y del celibato[31].

Sacerdocio del Nuevo Testamento

44. La sagrada virginidad es un don especial, pero la Iglesia entera de nuestro tiempo, representada solemne y universalmente por sus pastores responsables, y respetando siempre, como ya hemos dicho, la disciplina de las Iglesias orientales, ha manifestado su plena certeza en el Espíritu de «que el don del celibato, tan congruente con el sacerdocio del Nuevo Testamento, lo otorgará generosamente el Padre, con tal de que los que por el sacramento del orden participan del sacerdocio de Cristo, más aún, toda la Iglesia, lo pidan con humildad e insistencia»[32].

La oración del Pueblo de Dios

45. Y hacemos en espíritu un llamamiento a todo el Pueblo de Dios, para que, cumpliendo con su deber de procurar el incremento de las vocaciones sacerdotales[33], suplique instantemente al Padre de todos, al Esposo divino de la Iglesia y al Espíritu Santo, que es su alma, para que, por intercesión de la Bienaventurada Virgen y Madre de Cristo y de la Iglesia, comunique especialmente en nuestro tiempo este don divino, del cual el Padre ciertamente no es avaro, y para que las almas se dispongan a El con espíritu de profunda fe y de generoso amor.

Así, en nuestro mundo, que tiene necesidad de la gloria de Dios (cf. Rom 3,23), los sacerdotes, configurados cada vez más perfectamente con el sacerdote único y sumo, sean gloria refulgente de Cristo (2 Cor 8,23) y por su medio sea magnificada la gloria de la gracia de Dios en el mundo de hoy (cf. Ef 1,6).

El mundo de hoy y el celibato sacerdotal

46. Sí, venerables y carísimos hermanos en el sacerdocio, a quienes amamos en elcorazón de Jesucristo (Flp 1,8); precisamente el mundo en que hoy vivimos atormentado por una crisis de crecimiento y de transformación, justamente orgulloso de los valores humanos y de las humanas conquistas, tiene urgente necesidad del testimonio de vidas consagradas a los más altos y sagrados valores del alma, a fin de que a este tiempo nuestro no le falte la rara e incomparable luz de las más sublimes conquistas del espíritu.

La escasez numérica de los sacerdotes

47. Nuestro Señor Jesucristo no vaciló en confiar a un puñado de hombres, que cualquiera hubiera juzgado insuficientes por número y calidad, la misión formidable de la evangelización del mundo entonces conocido; y a este pequeño rebaño le advirtió que no se desalentase (Lc 12,32), porque con El y por El, gracias a su constante asistencia (Mt 28,20), conseguirían la victoria sobre el mundo (Jn 16,33). Jesús nos ha enseñado también que el reino de Dios tiene una fuerza íntima y secreta que le permite crecer y llegar a madurar sin que el hombre lo sepa (Mc 4,26-29). La mies del reino de los cielos es mucha, y los obreros, hoy lo mismo que al principio, son pocos; ni han llegado jamás a un número tal que el juicio humano lo haya podido considerar suficiente. Pero el Señor del reino exige que se pida, para que el dueño de la mies mande los obreros a su campo (Mt 9,37-38). Los consejos y la prudencia de los hombres no pueden estar por encima de la misteriosa sabiduría de aquel que en la historia de la salvación ha desafiado la sabiduría y el poder de los hombres con su locura y su debilidad (1 Cor 1,20-31).

El arrojo de la fe

48. Hacemos un llamamiento al arrojo de la fe para expresar la profunda convicción de la Iglesia, según la cual, una respuesta más comprometedora y generosa a la gracia, una confianza más explícita y cualificada en su potencia misteriosa y arrolladora, un testimonio más abierto y completo del misterio de Cristo, nunca la harán fracasar, a pesar de los cálculos humanos y de las apariencias exteriores, en su misión de salvar al mundo entero. Cada uno debe saber que lo puede todo en aquel que es el único que da la fuerza a las almas (Flp 4,13) y el incremento a su Iglesia (1 Cor 3,6-7).

La raíz del problema

49. No se puede asentir fácilmente a la idea de que, con la abolición del celibato eclesiástico, crecerían por el mero hecho, y de modo considerable, las vocaciones sagradas: la experiencia contemporánea de la Iglesia y de las comunidades eclesiales que permiten el matrimonio a sus ministros parece testificar lo contrario. La causa de la disminución de las vocaciones sacerdotales hay que buscarla en otra parte, principalmente, por ejemplo, en la pérdida o en la atenuación del sentido de Dios y de lo sagrado en los individuos y en las familias, de la estima de la Iglesia como institución salvadora mediante la fe y los sacramentos; por lo cual, el problema hay que estudiarlo en su verdadera raíz.

3. El celibato y los valores humanos

El motivo profundo del celibato

50. La Iglesia, como más arriba decíamos (cf. n.10), no ignora que la elección del sagrado celibato, al comprender una serie de severas renuncias que tocan al hombre en lo íntimo, lleva también consigo graves dificultades y problemas, a los que son especialmente sensibles los hombres de hoy. Efectivamente, podría parecer que el celibato no va de acuerdo con el solemne reconocimiento de los valores humanos, hecho por parte de la Iglesia en el reciente concilio; pero una consideración más atenta hace ver que el sacrificio del amor humano, tal como es vivido en la familia, realizado por el sacerdote por amor de Cristo, es en realidad un homenaje rendido a aquel amor. Todo el mundo reconoce en realidad que la criatura humana ha ofrecido siempre a Dios lo que es digno del que da y del que recibe.

El celibato y el amor

51. Por otra parte, la Iglesia no puede y no debe ignorar que la elección del celibato, si se la hace con humana y cristiana prudencia y con responsabilidad, esta presidida por la gracia, la cual no destruye la naturaleza ni le hace violencia, sino que la eleva y le da capacidad y vigor sobrenaturales. Dios, que ha creado hombre y lo ha redimido, sabe lo que le puede pedir y da todo lo que es necesario a fin de que pueda realizar todo lo que su creador y redentor le pide. San Agustín que había amplia y dolorosamente experimentado en sí mismo la naturaleza del hombre, exclamaba: «Da que mandes y manda lo que quieras»[34].

Gracia y naturaleza

52. El conocimiento leal de las dificultades real del celibato es muy útil más aún, necesario, para que con plena conciencia se dé cuenta perfecta de lo que el celibato pide para ser auténtico y benéfico; pero con misma lealtad no se debe atribuir a aquellas dificultades un valor y un peso mayor del que efectivamente tiene en el contexto humano y religioso, o declararlas de imposible solución.

El peso real de las dificultades

53. No es justo repetir todavía (cf. n.10), después de lo que la ciencia ha demostrado ya, que el celibato contra la naturaleza, por contrariar a exigencias físicas, psicológicas y afectivas legítimas, cuya realización sería necesaria para completar y madurar la personalidad humana: el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (Gén 1,26-27), no es solamente carne, ni el instinto sexual lo es en él todo; el hombre es también, y sobretodo inteligencia, voluntad, libertad; gracias a estas facultades es y debe tenerse como superior al universo, ellas le hacen dominador de los propios apetitos físico, psicológicos y afectivos.

El celibato no es contrario a la naturaleza

54. El motivo verdadero y profundo del sagrado celibato es, como ya hemos dicho, la elección de una relación personal más íntima y completa con el misterio de Cristo y de la Iglesia, a beneficio de toda la humanidad en esta elección no hay duda de que aquellos supremos valores humanos tienen modo de manifestarse en máximo grado.

El celibato como elevación del hombre

55. La elección del celibato no implica la ignorancia o desprecio del instinto sexual y de la afectividad, lo cual traería ciertamente consecuencias dañosas para el equilibrio físico o psicológico, sino que exige lúcida comprensión, atento dominio de sí mismo y sabia sublimación de la propia psiquis a un plano superior. De este modo, el celibato, elevando integralmente al hombre, contribuye efectivamente a su perfección.

El celibato y la maduración de la personalidad

56. El deseo natural y legítimo del hombre de amar a una mujer y de formarse una familia son, ciertamente, superados en el celibato; pero no se prueba que el matrimonio y la familia sean la única vía para la maduración integral de la persona humana. En el corazón del sacerdote no se ha apagado el amor. La caridad, bebida en su más puro manantial (cf. 1 Jn 4,8-16), ejercitada a imitación de Dios y de Cristo, no menos que cualquier auténtico amor, es exigente y concreta (cf. 1 Jn 3,16-18), ensancha hasta el infinito el horizonte del sacerdote, hace más profundo y amplio su sentido de responsabilidad -índice de personalidad madura-, educa en él, como expresión de una más alta y vasta paternidad, una plenitud y delicadeza de sentimientos[35] que lo enriquecen en medida superabundante.

El celibato y el matrimonio

57. Todo el Pueblo de Dios debe dar testimonio del misterio de Cristo y de su reino, pero este testimonio no es el mismo para todos. Dejando a su hijos seglares casados la función del necesario testimonio de una vida conyugal y familiar auténtica y plenamente cristiana, la Iglesia confía a sus sacerdotes el testimonio de una vida totalmente dedicada a las más nuevas y fascinadoras realidades del reino de Dios.

Si al sacerdote le viene a faltar una experiencia personal y directa de la vida matrimonial, no le faltará, ciertamente, a causa de su misma formación, de su ministerio y por la gracia de su estado, un conocimiento acaso más profundo todavía del corazón humano que le permitirá penetrar aquellos problemas en su mismo origen y ser así de valiosa ayuda, con el consejo y con la asistencia, para los cónyuges y para las familias cristianas (cf. 1 Cor 2,15). La presencia, junto al hogar cristiano, del sacerdote que vive en plenitud su propio celibato, subrayará la dimensión espiritual de todo amor digno de este nombre, y su personal sacrificio merecerá a los fieles unidos por el sagrado vínculo del matrimonio las gracias de una auténtica unión.

La soledad del sacerdote célibe

58. Es cierto; por su celibato el sacerdote es un hombre solo; pero su soledad no es el vacío, porque está llena de Dios y de la exuberante riqueza de su reino. Además, para esta soledad, que debe ser plenitud interior y exterior de caridad, él se ha preparado, se la ha escogido conscientemente, y no por el orgullo de ser diferente de los demás, no por sustraerse a las responsabilidades comunes, no por desentenderse de sus hermanos o por desestima del mundo. Segregado del mundo, el sacerdote no está separado del Pueblo de Dios, porque ha sido constituido para provecho de los hombres (Heb 5,1), consagrado enteramente a la caridad (cf. 1 Cor 14,4s) y al trabajo para el cual le ha asumido el Señor[36].

Cristo y la soledad sacerdotal

59. A veces la soledad pesará dolorosamente sobre el sacerdote, pero no por eso se arrepentirá de haberla escogido generosamente. También Cristo, en las horas más trágicas de su vida, se quedó solo, abandonado por los mismos que El había escogido como testigos y compañeros de su vida, y que había amado hasta el fin (Jn 13,1); pero declaró: Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo (Jn 16,32). El que ha escogido ser todo de Cristo hallará, ante todo, en la intimidad con El y en su gracia, la fuerza de espíritu necesaria para disipar la melancolía y para vencer los desalientos; no le faltará la protección de la Virgen, Madre de Jesús; los maternales cuidados de la Iglesia, a cuyo servicio se ha consagrado; no le faltará la solicitud de su padre en Cristo, el obispo; no le faltará tampoco la fraterna intimidad de sus hermanos en el sacerdocio y el aliento de todo el Pueblo de Dios. Y si la hostilidad, la desconfianza, la indiferencia de los hombres hiciesen a veces no poco amarga su soledad, él sabrá que de este modo comparte, con dramática evidencia, la misma suerte de Cristo, como un apóstol, que no es más que aquel que lo ha enviado (cf. Jn 13,16; 15,18), como un amigo admitido a los secretos más dolorosos y gloriosos del divino amigo, que lo ha escogido para que, con una vida aparentemente de muerte, lleve frutos misteriosos de vida eterna (cf. Jn 15, 16-20).


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NOTAS.

[17] Const. dogm. Lumen gentium n.5.
[18] Const. dogm. Lumen gentium n.48.
[19] Concilio Vaticano II, decr Perfectae caritatis n. 12.
[20] Cf. Tertuliano. De exhort. casfitatis 13: PL 2,978; San Epifanio. Adv. haer. 2,48,9 y 59,4: PL 1,869.1025; San Efrén, Carmina nisibena 18,19, ed. G. Bickell (Lipsiae 1866), 122; Eusebio de Cesaréa. Demonstr. evang. 1,9: PG 22,81; San Cirilo de Jerusalén,Catech. 12,25: PG 33.757; San Ambrosio, De offic. ministr. 1.50: PL 16,97s; San Agustín. De moribus Eccl. cathol. 1.32: PL 32,1339; San Jerónimo, Adv. Vigilant. 2: PL 23,340-41; Sinesio, obispo de Tolem., Epist. 105: PG 66,1485.
[21] La primera vez en el Concilio de Elvira, en España (c. a.300). c.33: MANSI 2,11.
[22] Ses.24,can.9-10.
[23] San Pío X, Exhort. Haerent animo: ASS 41 (1908) 555-557; Benedicto XV, Carta al Arzob. de Praga F. Kordac, 29 enero 1920: AAS 12 (1920) 57s; Alloc. consist. 16 dic. 1920: AAS 12 (1920) 585-588; Pío XI, Enc. Ad catholici sacerdotii: AAS 28 (1936) 24-30; Pío XII, Exhort. Menti nostrae: AAS 42 (1950) 657-702; Ene. Sacra virginitas: AAS 46 (1954) 161-191: JUAN XXIII. Ene. Sacerdotii nostri primordia: AAS 51 (1959)554-556.
[24] Aloc. II al Sínodo romano, 26 enero 1960: AAS 52 (1960) (texto latino, 226).
[25] Can.6.12.13.48: MANSI 11,944-948.965.
[26] Decr. Presbyter. ordinis n.16.
[27] De virginitate 13: PG 46,381-382.
[28] De sacerdocio 1.3,4: PG 48.642.
[29] Const. dogm. Lumen Gentium n. 21.28.64
[30] Const. cit., n.29.
[31] Const. cit., n.42.
[32] Decr. Presbyter. ordinis n.16
[33] Decr. Presbyter. ordinis n.11
[34] Confes. 1.29,40: PL 32,796.
[35] Cf. Tes 2,11; 1 Cor 4,15; 2 Cor 6,13; Gál 4,19; 1 Tim 5,1-2.
[36] Decr. Presbyter. Ordinis n. 3.

HISTORIAS DE NUESTROS SACERDOTES 9.

Los sacerdotes viven experiencias maravillosas constantemente.

Por las calles de Montevideo
Autor: Jaime Fuentes Martín. Paysandú (Uruguay) 

Atropellada por un autobús una mujer vuela por los aires y cae sobre el pavimento

Por las calles de Montevideo

Un día cualquiera de verano, hace un montón de años, a las tres y media de la tarde la señora Manuela, de 66 años, salió de su casa para ir a visitar a doña Dolores, una anciana amiga suya, ciega y paralítica. En Navidad habían hablado por teléfono y la señora Manuela le había prometido que iría a verla a la residencia.

Aquella misma tarde, poco después de las cinco, yo estaba en el cruce de Instrucciones y Camino Mendoza, en Montevideo, y debía predicar un retiro a las seis, cerca de los Portones de Carrasco: en otras palabras, tenía que cruzar la ciudad de punta a punta. Subí al auto y, fiado del instinto, empecé un recorrido que, desconociendo el entrevero de calles, calculé que me llevaría unos tres cuartos de hora.

Aunque el calor no invitaba a salir de casa, la señora Manuela se sobrepuso y fue a tomar el bus a la parada de la avenida 8 de Octubre.

Hoy en día el GPS facilita mucho llegar a un destino por el camino más corto, pero entonces no se había inventado. Fui tanteando el recorrido según me parecía. Las cosas iban bien hasta que tropecé con la avenida Belloni sometida a arreglos y con carteles varios: «calle cortada», «desvío», «calle cerrada»… Llegó un momento en que empecé a dar vueltas casi sin orientación.

La señora Manuela alegró a doña Dolores durante casi dos horas. La puso al corriente de su familia, de la hija menor con quien vivía y de sus nietos. Hablaron del tiempo, de la salud, del futuro, de lo humano y de lo divino. Se despidieron: «Hasta pronto». «Hasta pronto y ¡muchas gracias!» La señora Manuela se dirigió hacia la parada para tomar el bus de vuelta a su casa.

Finalmente, reencontré la avenida Belloni, varias cuadras más allá, a la altura de la parroquia «Santa Gema». Estaba bastante impacientado porque los desvíos me harían empezar tarde el retiro. Eran las seis y cuarto cuando llegué a la avenida 8 de Octubre. Detuve la marcha. A cualquier hora, pero más a media tarde, hay que tener cuidado: primero, mirar a la izquierda y después a la derecha. 

Entonces… ¡no, no puede ser!... Atropellada por un autobús una mujer vuela por los aires y cae sobre el pavimento. Bajé del auto y corrí hasta ella. Fui el primero en llegar. De rodillas, en la calle, le di la absolución. Ella hizo un leve movimiento que no pudieron ver los que enseguida se acercaron, horrorizados y seguros de que estaba muerta.

Llegué a mi destino con el corazón destrozado y, en lo más íntimo del alma, dándome cuenta de que aquella demora, aquel perderme por las calles desconocidas, había sido «previsto» con total exactitud: ni un minuto antes ni uno después; tenía una cita allí con la señora Manuela.

Días más tarde, cuando pude ponerme en contacto con su hija, lo confirmé. Supe entonces que Manuela le pedía muchas veces a Dios una muerte rápida, porque no quería que los suyos sufrieran por ella. Y supe también que solía ir a la gruta de Lourdes, para pedirle sencillamente a la Virgen: «Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte». Amén.

Sentí una llamada
Autor: José Antonio González Montoto. 

Experimenté la gracia de la acogida y la escucha a la que Dios directamente me llamaba

Sentí una llamada

La tarde de un domingo estaba en el despacho parroquial, pasando una partida de bautismo al libro correspondiente. De pronto sentí como una llamada: «Vete a la iglesia, porque allí alguien te necesita». Dejé el trabajo que estaba haciendo y me dirigí al templo. Pude haber ido por el patio, que es el camino más corto. Si lo hubiese hecho no hubiera tenido el encuentro que luego aconteció. Sin embargo hice el recorrido más largo. 

Me acerqué a la sacristía y entré en la iglesia por la puerta delantera. Hice genuflexión al Santísimo Sacramento y caminé hacia la parte de atrás, donde tenía mi confesionario.

Un muchacho que acababa de entrar en el templo me vio pasar, se levantó y, acercándose a mí me dijo: «Padre, había pensado en suicidarme. Vi la iglesia abierta y entré. Vi un sacerdote joven que me podía escuchar y aquí estoy, para que me ayude». 

Se me llenaron los ojos de lágrimas ante aquel encuentro para el que el Señor me había impulsado a recorrer el camino más largo. Le dije que Dios le había traído hasta allí para recibir la fuerza de la fe. Que Dios le quería y que la vida era muy importante como para perderla en un momento de obcecación.

Salió confortado y agradecido. Yo experimenté la gracia de la acogida y la escucha a la que Dios directamente me llamaba para atender a aquel joven en un momento de crisis. Este ha sido uno de los momentos más importantes de mi vida sacerdotal, un verdadero regalo de la misericordia de Dios para con sus hijos necesitados.

(Historias extraídas del libro 100 historias en blanco y negro. Recopilación de la web Catholic.net).

JESUCRISTO. EN LAS FUENTES DE MI DIVINO CORAZÓN. (PARTE 10)

EN LAS FUENTES DE
MI DIVINO CORAZÓN
HALLARÉIS MENSAJES
DE CONVERSIÓN

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MENSAJES

Caricias del cielo
Noviembre 27/07 6:25 p.m.
La Santísima Virgen dice:

Porque os amo, os hablaré a vosotros rositas de mi hermoso jardín.

Agustín del Divino Corazón, frágil instrumento de Dios, dile a Rosita que la amo, que la protejo y camino a su lado; que mi Hijo la llamó a seguirle, que escuche su dulce voz y se rinda a su llamado. Es Rosita de Santa María, porque es una rosa que está siendo cultivada en mi jardín para el cielo.

Tú, que eres privilegiado en escuchar mi voz, escribe ahora para Azucenita del Sagrado Corazón. Dile cuanto la amo, cuéntale cuan importante es su presencia en esta obra de mi Jesús, dile que su oración enternece mi Corazón y que correspondo a su amor con mis dulces miradas y suaves sonrisas.

Y cómo no hablar a mi pequeño Francisco. Dile que ha sido revestido con la túnica de la humildad y adornado con la virtud del silencio, silencio que practiqué en la tierra para llenar mi Corazón del amor de Dios; que mi Corazón palpita por él, porque su vida es una constante oblación a la Divinidad.

Pequeño mío, me preguntas por María de la Santa Faz. Claro, para ella también hay caricias del cielo, dile que habito en su corazón, corazón que late al amor Divino, que la asisto en el plan que Dios ha trazado para su vida, vida que lentamente se consumirá para dar gloria y veneración a los Sagrados Corazones.

Son caricias del cielo pequeños míos que os engolosinan y os endulza el corazón.

Os amo retoñitos de mi amor.

A mi pequeña víctima de amor, dile que su sufrimiento glorifica a Dios, que el amor de Jesús y mi amor la acompañan, que su casita es el refugio de Amor Divino que da calidez y abrigo a corazones fríos y desnudos.

Y a ti pequeño, te cuido y te protejo con mis miradas de amor que siempre están sobre ti. Sigue adelante porque apenas estás entrando en el umbral de tu misión, puesto que es profunda, ardua e incomprensible para muchos.

Embriagaos con la exquisitez del aroma de la Madre de Dios y Madre vuestra.


El vía crucis de los inocentes
Noviembre 27/07 9:00 p.m.

La Santísima Virgen dice:

Mis pequeños hijos, el mundo esta absorto en el pecado. Mi Inmaculado Corazón y el Corazón Santísimo de Jesús están anegados por el dolor.

Cómo sufrimos, al ver los innumerables asesinatos de niños que empiezan a gestarse en el vientre de sus madres, madres que convierten el jardín de la vida en un cementerio putrefacto de fétido olor.

Si en vuestras manos está el impedir este crimen, no dudéis en actuar en pro de la vida, porque la vida es un don de Dios, don que le corresponde al Dador de vida disponer de ella sobre todas sus criaturas.

Los ríos han convertido sus aguas en ríos de sangre, porque son muchos los inocentes que han derramado su sangre por causa de esta acción perversa de satanás.

Derramo lágrimas de sangre y, aún, los corazones de los hombres no se conmueven.

Compadeceos vosotros, hijitos míos, caminando junto conmigo el vía crucis de los inocentes que, desde antes de nacer, han perdido su vida.

Pobrecitas almas que han manchado su conciencia y sus manos con este terrible flagelo, proveniente de las profundidades del averno. Si no os convertís de corazón y lloráis amargamente vuestro pecado, iréis al sufrimiento del lago eterno.

Acercaos al Tribunal de la Misericordia que mi Hijo Jesús será compasivo con vosotros. Su Divino corazón es el oasis del perdón, llegad a Él para que os purifique y os desate de las gruesas cadenas del aborto.

Orad conmigo pequeño mío y suavicéis con la dulzura de vuestras palabras, la amargura de mi corazón:

“Virgen María, Madre de los no nacidos, pongo en vuestras benditas manos la vida de los niños que desde antes de nacer, les fue negado el derecho de vivir, estrechadlos en vuestro pecho maternal y dadles el calor de madre que no recibieron en la tierra.

Arropadlos con vuestros besos y abrasadlos con las llamas de vuestro amor.

Virgen María llamad al Coro de los Santos Ángeles para que les canten canciones de cuna y les pinten payasitos en el cielo. Amén”.


Orad por la santificación de los sacerdotes
Noviembre 28/07 9:25 a. m.

La Santísima Virgen María dice:

Orad pequeñitos míos por la santificación de los sacerdotes y todos los miembros que la integran; ellos deben ser fermento en la masa, ellos deben estar revestidos del amor de Dios siendo otros Cristos en la tierra, ellos deben ser almas más espirituales que terrenales, ellos deben ser verdaderos pastores que se preocupen por cuidar a cada una de las ovejas de su rebaño e ir en búsqueda de sus ovejas perdidas y traerlas nuevamente a su redil; ellos deben ser heraldos del Evangelio que testimonien con sus vidas.

Rogad a Dios, hijitos míos, para que sean almas orantes, austeras y penitentes que se preocupen más por su crecimiento espiritual que intelectual.

Pedid insistentemente que la luz del Espíritu Santo los

ilumine, para que reciban la claridad de lo que proviene del cielo o del infierno.

Nuestra Iglesia está viviendo una horrorosa crisis.

Orad para que este cataclismo pronto termine y que mis hijos predilectos, los que se hallan perdidos por el mundo, regresen al amparo de su Madre, que tanto los ama, llorando por sus desvaríos, esperando su pronto regreso.

Recibid, pequeños míos, mi bendición como Madre de la Iglesia y Madre vuestra.


Acudid a la poderosa intercesión de San José
Noviembre 28/07 10:35 p. m.

La Santísima Virgen María dice:

Acudid pequeñitos míos a la poderosa intercesión de San José. Si recurrís a su amparo, él os socorrerá pronto en vuestra necesidad.

Vosotros, pobladores de la tierra, ¿por qué rezáis tan poco al custodio y protector de los Sagrados Corazones? No minimicéis su misión, él está en medio de vosotros porque grande, es él, en el Reino de los cielos. Rendidle homenaje y tributos al único hombre sobre la tierra que por sus hermosas virtudes lo halló Dios apto para ser padre adoptivo del Único Hijo Jesucristo y esposo castísimo de la Madre de Dios.

No releguéis su función dentro de la Iglesia, porque infinitos son sus méritos.

Os amo niñitos míos, haced caso a mis mensajes.


La oración debilita las fuerzas de satanás
Noviembre 28/07 10:56 p. m.

Jesús dice:

Sólo en la oración hallaréis delicias y descanso a vuestro

corazón; no os canséis de orar porque la oración ha de ser premisa en vuestra vida, hasta convertirla en el alimento que os nutre y en el aire que respiras. Si sois alma de oración cosecharéis grandes méritos para el cielo.

Haced de vuestras casas, conventos de oración para que el enemigo no tenga dominio sobre vosotros, porque la oración debilita sus fuerzas, no puede actuar contra vosotros. Que vuestro corazón sea una capillita de amor predispuesto para la oración, porque ella se convertirá en centinela que os cuidará y os resguardará día y noche.

Invitad a la corte celestial, orando sin cesar, alabando y glorificando al Dios Trinitario: Padre, Hijo Y Espíritu Santo.

Haced pequeños míos de vuestro corazón una celdita de oración para que juntos nos recreemos y adoremos la magnificencia del Dios creador.


Mis ojos serán la ventana de tu alma
Noviembre 28/07 11:25 p. m.

Jesús dice:

Soy la esperanza para todas las almas oprimidas por la desesperación.

Soy la libertad plena para todos los seres que son esclavos del pecado.

Soy el médico Divino para todos los enfermos del cuerpo y del alma.

Pequeñito mío, cúbreme con tus brazos y dame calor en esta noche de frío. No me dejes solo en esta noche de oscuridad, las estrellas han perdido su brillo, la luna ha cesado de alumbrar, los luceros se han ocultado, los hombres se han olvidado de Mí, tú dame un espacio de tiempo en tu corazón, permíteme reposar en tu regazo y ámame porque son muchos los que no me aman, consuélame con tus palabras porque son muchos los que desgarran mi Divino Corazón, cubre la desnudez de mi cuerpo porque muchos han jugado a suerte mi túnica, unge mis heridas con tus besos, porque son muchos los que lastiman mis Sagradas llagas en su obstinación por el pecado.

Hablo a tantas almas, pero no escuchan mi voz; llamo a tantos hombres y mujeres para que me regalen un espaciecito de su tiempo a la oración y la postergan con el pretexto de que están sumamente cansados.

Me valgo de ti Agustín de mi Divino Corazón para romper con el silencio y hablarte al corazón porque te amo, porque eres mi mensajero de amor y con nuestros escritos abriremos oídos ensordecidos a mi voz.

Repara por el pecado de indiferencia e ingratitud por quienes llamé a la oración y no cedieron ningún espacio durante el día, ya que sus agendas estaban demasiado copadas y para Jesús era imposible dedicar varios minutos, ya que los negocios en la tierra son más importantes que los del cielo.

Pero mi Sagrado Corazón está rebosado de misericordia y no me cansaré de llamarlos porque los amo.

Acérquense a Mí, que los espero con mis brazos abiertos para abrazarlos, mi hombro servirá de apoyo para cuando la tristeza inunde tu alma y estalles en llanto. Mi Divino Corazón servirá de hoguera para cuando no encuentres calor en las criaturas y sientas la necesidad de calentarte con las chispitas de amor que brotan de mi Corazón.

Mis ojos serán la ventana de tu alma que te cautivarán para que no pienses en nadie distinto a Mí.

Ámame, gusanito de Jacob y oruguita de Israel, que Yo te

amaré por una eternidad sin fin.

Recibe mi bendición pequeño mío, pero llévame contigo al lecho de tu descanso y recobra fuerzas, porque mañana enterneceré tu corazón con más caricias del cielo.

Te amo corderito de mi rebaño.


ORACIONES AL SANTO ROSTRO DE JESUS


EL SANTO ROSTRO DE JESUS



ORACIONES

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MIS LÁGRIMAS TE CONSUELEN UN POCO

“Oh Señor mío, amadísimo
 que fuiste humillado en todo modo
y que has padecido y soportado sobre tu Carne Virginal
 todo acto vuelto a la destrucción de tu Santo Rostro… Yo te amo.
Oh Santo Rostro… iluminado por la Luz que el Padre infuso también en mi corazón.
Sí… porque mi Corazón arde y late más fuerte
delante de esta Imagen.
Su beldad no está en los rasgos ultrajados por el hombre
mas si por el Amor que sale de la mirada misma
que dona perdón a quien solo lo mira
Oh Señor Mío …
olvida mirando mi rostro todos los errores del mundo.
Señor… haz que mis lágrimas te consuelen un poco
e ilumina como has hecho conmigo
el corazón de todos tus hijos y hermanos del mundo.
Señor ten piedad de mí y del mundo entero.
amen.

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SEÑOR BUENO ESCUCHA MI VOZ

“Tu Rostro Señor está delante de mis ojos
nada puedo esconderte Señor Mío.
Tu que velas sobre mí, ves cuanto sufro y cuanto Te amo
 Tu … Señor Dios mío sientes también mis lamentos
cuando lloro y sientes cuando me desespero
más Tu Señor Bueno… pronto me socorrerás.
Siento ya Tu presencia dentro del corazón
más luego estarás conmigo para pasear
y juntos cantaremos loas a Dios creador
que es Tu Padre y Nuestro Padre.
Oh Jesús… Señor bueno… perdona cada hacer mío
aun sin un poco malhecho... lo hago por amor.
Tu… Señor bueno escucha mi voz
que grita a ti perdón… también por quien no lo hace.
Te amo Señor Mío, te alabo Señor mío,
Te canto Señor mío, te honro Señor mío
Te espero… Mi Señor.

Continuo a luchar por amor a Dios, por amor a la Iglesia y por amor a ustedes.....
                                                                                                          Conchiglia 

VIDA DE SANTA BERNARDA SOUBIROUS, PROTECTORA DE LOS ENFERMOS.

 Bernadette Soubirous, pastora francesa a quien la Iglesia
 Católica canonizó el 8 de diciembre de 1933, debido a la santidad
 de su vida, que alcanzó luego de padecer muchas adversidades
 y sufrimientos, tanto corporales como por causa de su fe.


Nació en Lourdes (Francia) en 1844. 

Hija de padres supremamente pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea religiosa) pero todos la llamaban Bernardita.

Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba. En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración.

Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15).

En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo: "Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo". Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Un día ve unas ovejas con una mancha verde sobre la lana y pregunta al papá: ¿Por qué tienen esa mancha verde? El papá queriendo chancearse, le responde: "Es que se indigestaron por comer demasiado pasto". La muchachita se pone a llorar y exclama: "Pobres ovejas, se van a reventar". Y entonces el señor Soubirous le dice que era una mentirilla. Una compañera le dice: "Es necesario ser muy tonta para creer que eso que le dijo su padre era verdad". Y Bernardita le responde: ¡Es que como yo jamás he dicho una mentira, me imaginé que los demás tampoco las decían nunca!

Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Sma. Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las apariciones las podemos leer en detalle en el día 11 de febrero. Nuestra Señora le dijo: "No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra". Y así sucedió . La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo.

Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie. Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.

Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar. "Vaya ", le decía la señora, ¡tenga valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún sacrificio.

Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el sr. alcalde le dijo: ¿Es que la confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a usted si le sirven lechugas en el almuerzo? "Claro que sí" ¿Y es que lo confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era tonta.

Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó.

En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad. Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba: "Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores".

Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y que al hacerles la persecución piensan que con esto están haciendo una obra buena.

Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios: "No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra".

Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9 años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir.

Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía: "Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Sma. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es".

Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo.

Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe: "Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma". A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.

El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: "Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡Que hermosa era!" Y después de unos momentos de silencio exclamó emocionada: "Ruega Señora por esta pobre pecadora", y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35 años.

A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío Once la declaró santa.

Bernardita: tú que tuviste la dicha de ver a la Sma. Virgen aquí en la tierra, haz que nosotros tengamos la dicha de verla y acompañarla para siempre en el cielo.

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La espiritualidad de Bernardette Soubirous se basó en una santidad cotidiana, carente de estructuras complicadas, sin ideologías ni discursos, evangélicamente serena y basada en la verdad. (Wikipedia).



En la capilla Bernardette Soubirous dentro del antiguo Convento de San Gildard de Nevers en Francia se encuentra el cuerpo incorrupto de la santa, depositado en un ataúd de cristal, donde es objeto de visitas y peregrinaciones.

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